Rompiendo barreras en el Curso de campo en zonas fronterizas
- Keren Deyanira Esquer Lemus

- Sep 15
- 2 min read
Blog invitado
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En medio de las líneas imaginarias que los humanos trazamos en los mapas, la vida silvestre no conoce de fronteras. A lo largo del muro que divide países, la flora y la fauna siguen su curso natural, desafiando cualquier construcción que intenta detenerlas. El Curso de campo en zonas fronterizas nos recordó que, aunque el paisaje se haya llenado de ciudades, maquilas y contaminación, lo que ha existido desde siempre —y sigue existiendo— es la vida, floreciendo incluso dentro del espacio más dividido: la frontera.
Durante el curso, realizamos actividades que nos acercaron profundamente a la comunidad, la naturaleza y la causa de la conservación. Una de las experiencias más significativas fue participar en el proyecto Nuestra Vida Verde, un albergue destinado a personas sin hogar que luchan contra la adicción en Hermosillo, Sonora, México. Este espacio busca apoyar su proceso de rehabilitación a través del contacto con la naturaleza, ofreciéndoles acceso a jardines y actividades productivas que despiertan su interés por el entorno, brindándoles una oportunidad para reconectar consigo mismos y con la vida que los rodea.
En este lugar se apoyó con diferentes actividades, como el realizar trabajos de mantenimiento y rehabilitación ambiental que incluyeron la limpieza del sistema de aguas grises, el deshierbe y saneamiento de jardineras, así como el colocar piedras sobre una superficie donde se encontraban algunos bordos naturales que se encuentran al lado de los caminos con el fin de mejorar la retención del suelo y controlar el escurrimiento.

También colaboramos con la organización Caminantes del Desierto en su hermoso proyecto del Camellón Botánico en Hermosillo. Esta organización sin fines de lucro trabaja incansablemente por la conservación del Desierto de Sonora, promoviendo la participación ciudadana, la educación ambiental y el diseño de políticas públicas que protejan los ecosistemas locales. Fue enriquecedor contribuir a esta labor que trasciende generaciones.
Realizamos actividades para el control de erosión de suelo, así como lugares para captación de agua y el acolchado de las plantas para conservar la humedad, proteger las raíces, reducir el crecimiento de malezas y evitar la erosión de suelo.
Sin dejar de lado el amplio conocimiento adquirido dentro del curso, lo que hizo única esta experiencia fue la conexión humana: conocer a personas que, como nosotros, aman la naturaleza y creen en la posibilidad de un futuro más verde, más justo y más consciente. Personas que no ven el muro como un límite, sino como un recordatorio de que la vida siempre encuentra un camino.

Este curso nos enseñó que no importa cuántas barreras construyamos: la vida, la esperanza y la voluntad de conservar lo que amamos seguirán cruzando cualquier frontera.




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